El 8 de septiembre de 1939, la Asociación de Fútbol suspendió todas las competiciones, salvo las de las fuerzas armadas, hasta nuevo aviso. Esto fue distinto a 1914, cuando el fútbol siguió el primer año.
Unas semanas después el gobierno permitió fútbol limitado: aforo reducido, ligas regionales y partidos entre fuerzas. El deporte seguía vivo pese a la guerra.
Los jugadores fueron llamados a filas o puestos en trabajos de guerra. Los estadios sufrieron daños o fueron reutilizados. Highbury se convirtió en centro de defensa aérea y compartió campo con el Tottenham.
En los tres servicios se usaba el fútbol para mantener en forma, unir tropas y dar un respiro emocional. Muchos soldados británicos pasaban gran parte de la guerra en casa y necesitaban ocupación y compañía.
Las fábricas también tuvieron equipos, hombres y mujeres. En 1944, Betty Stanhope, portera de Fairey Aviation, jugó un partido que mostró que el fútbol no era solo entretenimiento, era resistencia silenciosa.
En campos de prisioneros se organizaban ligas. La Cruz Roja y la YMCA ayudaban con balones y uniformes. Un equipo en Poznan se llamó “Aston Villa”, una forma de aferrarse a la identidad y esperanza.
Los civiles, incluidos niños en Hyde Park, seguían jugando y viendo fútbol. El sistema de "jugadores invitados" permitía ver a estrellas uniformadas en clubes cercanos.
Para abril de 1940, 629 futbolistas profesionales se habían alistado: 514 en el ejército, 84 en la RAF y 31 en la Marina. Algunos fueron instructores, otros murieron (80) o quedaron heridos o prisioneros.
El fútbol se usó también en propaganda y motivación laboral, como en carteles que animaban a trabajar mejor. En el frente se jugaba para levantar la moral, como en Anzio en 1944, donde artilleros descansaban con un partido.
Hubo partidos de exhibición entre aliados. Ted Drake viajó a París tras su liberación; antes de permitir público limpiaron minas. El fútbol fue acto de esperanza.
En los momentos más oscuros el fútbol no murió: se adaptó y siguió siendo una forma de mantener viva la humanidad. Mientras haya un balón, hay un lugar para soñar.